Cada 8 de diciembre, la Iglesia Católica celebra el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, una de las festividades marianas más importantes del calendario litúrgico. En esta jornada se honra a María como una figura pura, cercana y colmada de gracia, preservada del pecado original desde su concepción. Aunque muchas veces se confunde con la concepción de Jesús, esta fecha remite específicamente al privilegio divino que recibió María como signo de su misión en la historia de la fe.
En Argentina, la conmemoración es un feriado nacional inamovible, y además coincide con una de las tradiciones más arraigadas: armar el arbolito de Navidad. Para miles de familias, esa estructura triangular simboliza la Santísima Trinidad y la generosidad de Dios, convirtiéndose en un gesto que une lo espiritual con las costumbres populares que marcan el inicio del tiempo navideño.
La historia de esta celebración se remonta al siglo XVII, cuando en 1644 se realizaron en España las primeras festividades dedicadas a la Inmaculada Concepción. Sin embargo, fue en 1854 cuando el Papa Pío IX la proclamó dogma de fe, asegurando que María fue concebida sin pecado original. Ese día, en una ceremonia histórica en la Basílica de San Pedro, más de 200 obispos y fieles de todo el mundo participaron de una celebración en la que repicaron 300 campanas y se liberaron 100 palomas como símbolo de paz y esperanza.
Como parte de esta devoción, también existe la tradicional Novena a la Inmaculada, que prepara espiritualmente el camino hacia el 8 de diciembre. Para quienes deseen elevar una intención o agradecer, la oración recomendada por ACI Prensa invita a pedir la guía y protección de la Virgen Inmaculada: una súplica en la que se reconoce su pureza, su maternidad espiritual y su intercesión para alcanzar un mundo más justo, pacífico y lleno de fe. La plegaria concluye con un pedido claro: que María conduzca los pasos de sus hijos por los caminos del bien.

