Hace más de dos décadas que la Navidad en Carrizales tiene un gesto que se repite en silencio y con amor. Una familia del pueblo, con la ayuda de vecinos, comercios y la comuna, mantiene viva una tradición que atraviesa generaciones: Salir disfrazados de Papá Noel para repartir golosinas y sonrisas.
La historia comenzó hace 26 o 27 años, casi sin imaginar que aquel primer Papá Noel, en una noche calurosa, se convertiría en un símbolo para tantos chicos. Con el paso del tiempo, la iniciativa creció y se transformó en un verdadero trabajo colectivo: bolsas que se llenan con el aporte de todos, manos que ayudan, y un mismo objetivo que nunca cambió, el que cada niño reciba lo mismo, sin diferencias.
La tradición no fue ajena a los cambios de la vida. Separaciones, mudanzas, nuevas familias y distancias marcaron el camino, pero nunca lograron apagar las ganas. Incluso viviendo hoy en otra localidad, el compromiso sigue intacto, con viajes diarios, organización previa y la preparación de unas 300 bolsitas cada Navidad, contadas una por una.
Este año, el clima obligó a frenar y repensar la salida. Pensando en los chicos que viven en calles de tierra, la visita de Papá Noel se reprogramó.
“Ver la carita de los chicos cuando aparece Papá Noel no tiene precio”. La frase se repite con la voz quebrada. Es una emoción que llega hasta las lágrimas, que compensa el cansancio, el esfuerzo y también las críticas que a veces duelen, porque todo se hace desde el corazón.
Durante años, los propios hijos fueron parte del secreto, ayudando a escribir cartas, a dibujar, a sostener la ilusión sin saber que ellos mismos estaban construyendo recuerdos imborrables. Hoy, ya grandes, la posta sigue en manos de una familia ensamblada, acompañada por padres y vecinos que siguen creyendo en la magia.
Después de la última recorrida, los mensajes no tardaron en llegar. Palabras de agradecimiento, felicitaciones y gestos de cariño que confirman algo simple pero poderoso: La Navidad también se construye con tiempo, esfuerzo y actos desinteresados.
Porque en Carrizales, desde hace más de 25 años, Papá Noel no solo reparte golosinas: Reparte ilusión.
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