Durante años, la casa de Jésica en el barrio Villa Cassini de Capitán Bermúdez fue sinónimo de miedo. Cada grito, cada discusión y cada noche en vela formaron parte de una historia marcada por la violencia. Se casó con Juan Carlos Sebastián Chirino en 2008 y un año después nació su primera hija. Desde entonces, los episodios de agresión se hicieron frecuentes. Las separaciones fueron muchas, pero las reconciliaciones también, impulsadas por el temor, la dependencia y la esperanza de que algo cambiara.
En 2015 nació su segundo hijo, pero el ciclo volvió a repetirse. Las denuncias se acumularon: Golpes, amenazas, incumplimientos de restricción. A pesar de las medidas judiciales, Chirino seguía apareciendo. Vivía a pocos metros, en la casa de su madre, y cruzaba la calle cuando quería. “Llamaba a la policía todo el tiempo, pero él siempre volvía”, recuerda Jésica. Afirmó incluso que su ex suegra sabía lo que pasaba y nunca intervino. “Mi hija pidió ayuda y no la escucharon.”
En octubre de 2023, cuando decidió mudarse con sus hijos a Puerto Gaboto para dejar atrás ese pasado, llegaron las palabras que más temía escuchar. Primero su hijo y luego su hija, en el marco de una terapia psicológica, contaron los abusos sufridos por parte de su padre, incluso sexuales. A partir de sus testimonios comenzó un proceso judicial largo y difícil, que la obligó a revivir años de violencia.
El juicio se desarrolló entre el 27 de octubre y el 3 de noviembre de 2025 en los Tribunales Provinciales de San Lorenzo. La Fiscalía pidió 11 años de prisión, y la sentencia final fue de 9 años y 8 meses. Chirino ya estaba detenido desde el 27 de marzo de 2024, alojado en una unidad penitenciaria provincial.
Hoy, Jésica intenta reconstruir su vida junto a sus hijos en Gaboto. “Siento un poco de tranquilidad porque sé que no puede hacerles daño, pero no es suficiente”, confiesa. Le duele pensar en el tiempo que la justicia tardó en escucharla, y en que la condena no alcanza para reparar todo lo vivido. “Pedía más años por mis hijos, por todo lo que pasamos. Solo quiero que pague por lo que les hizo.”
Entre el alivio y la indignación, Jésica busca empezar de nuevo. Su historia refleja la de tantas mujeres que sobrevivieron a la violencia y que aún esperan una verdadera reparación. “Solo pido justicia”, repite. Y en esas tres palabras se resume una vida entera de resistencia y coraje.

