En una jornada histórica para la Iglesia Católica, el cardenal Robert Prevost fue elegido como nuevo Papa y asumirá el nombre de León XIV, convirtiéndose en el sucesor del fallecido Papa Francisco. La esperada fumata blanca apareció este jueves desde la chimenea de la Capilla Sixtina, tras alcanzar los dos tercios de los votos necesarios entre los 133 cardenales electores reunidos en cónclave.

Pasadas las 18:00 horas de Roma, la multitud congregada en la Plaza San Pedro estalló en júbilo al ver el humo blanco que anunciaba la elección del nuevo pontífice. Minutos después, el tradicional anuncio “Habemus Papam” resonó desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, seguido por la primera aparición pública de León XIV.

Prevost, de 69 años, originario de Chicago, desempeñaba funciones en el Vaticano como prefecto del Dicasterio para los Obispos. Su elección representa una continuidad en la línea pastoral y social que caracterizó el pontificado de Francisco, pero también abre expectativas sobre cómo guiará la Iglesia en un contexto de desafíos globales y renovación interna.

En sus primeras palabras, el nuevo Papa agradeció a sus hermanos cardenales por la confianza y se dirigió a los fieles con un mensaje de unidad, esperanza y compromiso con los más necesitados. “Quiero ser un servidor fiel del Evangelio, caminando junto a todos los pueblos del mundo”, expresó desde el balcón, visiblemente emocionado.

El nombre León XIV remite a una tradición milenaria dentro de la Iglesia. El último pontífice en llevar ese nombre fue León XIII, que gobernó entre 1878 y 1903, conocido por su enfoque intelectual y sus encíclicas sociales, como Rerum Novarum. La elección de este nombre podría interpretarse como una señal de continuidad en el diálogo entre la fe y los temas sociales contemporáneos.

Con la elección de León XIV, la Iglesia Católica se prepara para una nueva etapa bajo el liderazgo de un Papa norteamericano, un hecho inédito en la historia moderna, que sin duda marcará el rumbo de los próximos años del Vaticano.

Miles de fieles continúan celebrando en Roma y en todo el mundo católico, en un día que quedará grabado en la memoria colectiva de la cristiandad.