El café es mucho más que una infusión: es parte de la vida cotidiana de millones de personas en todo el planeta. Su día internacional fue establecido en 2015 por la Organización Internacional del Café (ICO), aunque el organismo funciona desde 1963 con el apoyo de la ONU. La conmemoración busca visibilizar a todos los eslabones de la cadena productiva, desde los productores y cosechadores hasta quienes trabajan en la molienda, y destacar su esfuerzo en una industria que abastece el consumo de alrededor de 1.400 millones de tazas diarias en el mundo.
Más allá de su impacto económico y cultural, el café también se relaciona con la identidad personal. Diferentes estudios y observaciones señalan que la forma en la que cada persona lo bebe puede decir mucho sobre su carácter. Por ejemplo, quienes lo toman solo suelen ser prácticos, pacientes y sencillos, aunque también algo rígidos y reacios a los cambios. En cambio, los que prefieren el clásico café con leche tienden a ser más generosos y atentos, aunque muchas veces priorizan a los demás por encima de sí mismos.
Los pedidos más elaborados, como un descafeinado con leche vegetal y endulzante, reflejan una personalidad perfeccionista, con una marcada preocupación por la salud y el control. Los bebedores de café instantáneo, en cambio, se asocian con un espíritu relajado, poco amante de los detalles y con cierta inclinación a procrastinar. Por su parte, quienes eligen el café frío o las versiones modernas como el frapuccino suelen mostrarse más abiertos, creativos y sociables, aunque también algo impulsivos o despreocupados.
Esta diversidad de perfiles refleja la amplitud del universo cafetero. El Día Internacional del Café no solo es un tributo a quienes hacen posible que la bebida llegue a cada mesa, sino también una invitación a redescubrir nuestra relación con ella. Porque, ya sea caliente o frío, solo o con leche, el café sigue siendo un ritual compartido que conecta a las personas y que, en cada sorbo, dice un poco de quiénes somos.