El Día del Trabajador Rural recuerda la sanción del primer Estatuto del Peón de Campo, una norma que reconoció derechos fundamentales a quienes sostenían con su esfuerzo la economía agraria del país. Fue promulgada en 1944 por el gobierno de Edelmiro Farrell, impulsada por el entonces secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón, y significó una verdadera revolución en las condiciones laborales del ámbito rural.

Hasta entonces, los peones trabajaban jornadas interminables, muchas veces a cambio de comida o alojamiento precario. Con el nuevo estatuto, se establecieron derechos básicos como las vacaciones pagas, el salario mínimo, el descanso dominical, la asistencia médica y la vivienda digna, además de la obligatoriedad de pagar en moneda nacional y no en especies. Fue el primer paso hacia una legislación que reconocía al trabajador del campo como sujeto de derechos y no como una pieza más del engranaje productivo.

A lo largo del siglo XX, esos derechos fueron puestos en riesgo y recuperados en distintas etapas. Durante los gobiernos militares, el Estatuto fue derogado, y solo en democracia volvió a ser reivindicado. En 2011, con la Ley 26.727, se creó un nuevo Régimen de Trabajo Agrario que actualizó esas conquistas, incorporando además la perspectiva de género y la regulación del trabajo temporario, tan común en la actividad rural.

En la región, donde la vida gira en torno al campo, esta efeméride tiene un significado especial. Los trabajadores rurales  —en pueblos como Oliveros, Maciel, Monje, Timbúes, Pueblo Andino, entre otros— siguen siendo el corazón de la producción agropecuaria. Son quienes enfrentan el calor, las heladas y las largas distancias, manteniendo vivas las tradiciones y el trabajo de la tierra con orgullo.

Hoy, el Día del Trabajador Rural no solo honra una ley o un nombre, sino una historia colectiva hecha de esfuerzo y esperanza. En cada jornada de siembra, cosecha o cuidado animal, late la huella de aquellos que pelearon por la dignidad del trabajo en el campo. Desde los peones de la Patagonia Rebelde hasta los trabajadores de nuestra zona, el homenaje es para todos ellos: los que hicieron del sacrificio una forma de vida y de la tierra, un lugar de pertenencia.