El 11 de octubre no es una fecha cualquiera para los argentinos: es el Día Mundial del Dulce de Leche. Desde 1998, el Centro Argentino de Promoción del Dulce de Leche impulsa esta celebración que rinde tributo a una preparación tan humilde como emblemática. En nuestro país, el dulce de leche forma parte del ADN gastronómico y cultural, y aunque su origen se disputa entre varios países latinoamericanos, en la Argentina se lo adoptó con tal fervor que se convirtió en un emblema nacional.

Según datos de la revista Forbes, cada argentino consume en promedio 3,2 kilos de dulce de leche al año. En 2021, las exportaciones alcanzaron más de 4.000 toneladas, con Chile como principal destino. Más allá de las cifras, este producto representa mucho más que un alimento: es un lazo afectivo que une generaciones y está presente en meriendas, postres y recetas tradicionales.

Entre las muchas historias sobre su origen, una de las más difundidas lo vincula con un episodio histórico ocurrido en 1829 en Cañuelas. Se dice que, mientras una criada de Juan Manuel de Rosas calentaba una “lechada” —leche con azúcar—, el general Juan Lavalle llegó al campamento enemigo y se recostó en el catre del Restaurador. Al ver la escena, la mujer corrió a avisar a los guardias, olvidando la mezcla al fuego. Cuando Rosas regresó, descubrió que la lechada se había oscurecido y espesado; al probarla, quedó encantado con el nuevo sabor. Así, casi por accidente, habría nacido el dulce de leche argentino.

Esa anécdota se convirtió en leyenda y en símbolo de una invención que trascendió fronteras. Desde entonces, la receta evolucionó y se adaptó, pero mantiene su esencia: leche, azúcar, paciencia y fuego lento. Es precisamente esa combinación de sencillez y tradición la que lo convierte en un producto tan especial y querido en todo el mundo.

Para quienes deseen revivir el sabor “a la antigua”, preparar dulce de leche casero es más fácil de lo que parece.

Receta

  • En una cacerola volcar la leche y calentar sin que llegue a hervir.
  • Cuando la leche se haya calentado agregar el azúcar y el extracto de vainilla.
  • Romper hervor y agregar el bicarbonato de sodio. Es importante ir revolviendo para que el azúcar no se pegué en el fondo de la cacerola.
  • Bajar el fuego y poner en la cacerola un platito (el platito hará el mismo efecto que si se revolviera constantemente la leche con una cuchara de madera).
  • Cocinar a fuego moderado durante una hora a una hora y media verificando regularmente que la leche no se está quemando.
  • A ese punto la leche ya debe haber tomado un color oscuro, el típico color “dulce de leche”.
  • Una vez trascurrido ese tiempo, sacar el platito de la cacerola, y seguir la cocción revolviendo con una cuchara de madera.
  • Revolver continuamente con movimientos en forma de “8″ hasta lograr la consistencia deseada.
  • Para verificar si el dulce de leche está a punto, poner un poquito de la preparación sobre un platito y dejarlo que se enfrié unos segundos.
  • Una vez el dulce de leche listo, envasar en un frasco previamente esterilizado.

Más allá de su textura cremosa y su inconfundible dulzura, el dulce de leche es parte de nuestra memoria colectiva. Está en los desayunos de la infancia, en las facturas del domingo y en los frascos caseros que se comparten entre vecinos. En el Litoral, donde la leche fresca y las recetas tradicionales siguen siendo protagonistas, preparar dulce de leche “a la antigua” es también una forma de honrar la identidad y las raíces.