Cada 6 de octubre se conmemora en Argentina el Día Nacional del Circo, una fecha que recuerda a José “Pepe” Podestá, creador del Circo Criollo. Nacido en Montevideo en 1858, Podestá revolucionó el arte circense en el país al darle una identidad propia, fusionando malabares, acrobacias, humor y parodias con elementos de la cultura popular argentina.
El circo criollo, tal como lo pensó Podestá, era más que un espectáculo: era una representación viva de la cultura popular. Allí convivían el drama y la comedia, los malabares y la música, las acrobacias y las historias de gauchos justicieros como Juan Moreira. Este modelo artístico, nacido del corazón del Río de la Plata, transformó al circo en una herramienta de reflexión social y de expresión comunitaria.
Esa herencia sigue presente, especialmente en proyectos que, como La Chiringuita, sostienen el espíritu de un circo hecho desde y para la gente. En Oliveros, el payaso Galupa levantó su carpa no solo como escenario de risas y piruetas, sino también como un espacio cultural abierto al barrio, donde artistas y vecinos comparten el deseo de crear comunidad a través del arte.
Galupa, con su nariz roja y su paso alegre, encarna la misma pasión que movía a Podestá: la de creer que el circo puede cambiar realidades. Detrás del maquillaje y del humor, hay un sueño forjado con constancia y ternura, el de un artista regional que decidió hacer del circo una forma de vida, una manera de conectar con los demás y de mantener viva la ilusión.
La inauguración oficial de La Chiringuita en 2019 fue una verdadera fiesta popular. Amigos, artistas regionales y vecinos de distintas edades se reunieron bajo la carpa para celebrar el inicio de un nuevo viaje de talentos. Entre aplausos y abrazos, Galupa agradeció el acompañamiento y reafirmó su compromiso con un arte que, más allá del entretenimiento, promueve la inclusión, la alegría compartida y el sentido de pertenencia.
En este Día Nacional del Circo, el homenaje a Pepe Podestá también se extiende a quienes, como Galupa, continúan girando con sus sueños por los caminos del país. Desde Montevideo a Oliveros, desde Pepino el 88 a La Chiringuita, el espíritu del circo criollo sigue vivo: es la risa que resiste, el arte que une y la carpa que siempre vuelve a levantarse.