Ayer en la noche, el cuerpo de Andrés “Pillín” Bracamonte, uno de los barras más notorios de Rosario, fue trasladado en un hermético operativo policial. El cadáver de Bracamonte, de 53 años, fue llevado desde el Instituto Médico Legal de Rosario hacia un cementerio de una localidad vecina. Debido a las tensiones y la posibilidad de un atentado dirigido al Grupo Táctico Multipropósito que realizaba el traslado, se optó por mantener en secreto el destino final del cuerpo. La operación estuvo rodeada de un fuerte despliegue de fuerzas de seguridad para evitar cualquier incidente.
El traslado se dio luego de que el cuerpo de Bracamonte permaneciera varios días en la morgue judicial, donde se le practicó la autopsia. Los resultados de la misma confirmaron que la víctima sufrió cinco disparos de arma de fuego.
En contraste con el procedimiento para el cuerpo de Bracamonte, el cadáver de Daniel Raúl “Rana” Attardo, otro de los barrabravas asesinados, fue velado sin mayores complicaciones. Attardo, de 55 años, fue velado en una sala del macrocentro de Rosario y su cortejo fúnebre siguió su curso hasta el cementerio El Salvador.
El caso de Bracamonte fue más complicado por el deseo de su familia de cremar el cuerpo, lo que inicialmente generó un conflicto con la Justicia. La solicitud de cremación fue rechazada por las autoridades, que argumentaron que aún podría ser necesaria una segunda autopsia para profundizar en las circunstancias de la muerte. Esta decisión judicial retrasó el proceso. Finalmente, se permitió que el cuerpo fuera trasladado y enterrado en un cementerio, aunque la identidad exacta del lugar de destino nunca fue revelada.
Al principio, se había especulado que ambos cadáveres, el de Bracamonte y el de Attardo, serían enterrados en el mismo cementerio: El Salvador. De hecho, se había preparado un fuerte operativo de seguridad que incluía efectivos de la Tropa de Operaciones Especiales, Gendarmería Nacional e incluso un drone para monitorear la zona.