La planta de Mondelez, ubicada en la localidad bonaerense de Talar de Pacheco, suspendió su producción durante tres semanas, afectando a más de 2.300 empleados. Esta decisión responde a una caída significativa en la demanda de productos de consumo masivo, como las marcas Oreo, Milka y Terrabusi. Según Jorge Penayo, delegado de la compañía, la producción de la planta no alcanzó las 72.000 toneladas previstas, registrando una caída de 13.000 toneladas en lo que va del año. La paralización de la fábrica y la suspensión de los trabajadores se suman a un contexto más amplio de retracción económica que afecta a múltiples sectores de la industria.

La baja en el consumo, especialmente en la clase media, golpeó con fuerza a las marcas que produce Mondelez. Los aumentos en las tarifas y los bienes básicos, junto con las paritarias que no logran alcanzar la inflación, mermaron el poder adquisitivo de este sector, que tradicionalmente fue el principal consumidor de productos como galletitas, chocolates y otros snacks. Penayo comparó la situación actual con la de 2001, cuando la planta también cerró temporalmente debido a la crisis económica, aunque en ese caso fue por razones de fuerza mayor, como los saqueos.

Durante el parate de tres semanas, que se extenderá hasta el 5 de enero, la empresa realizará tareas de mantenimiento planificado y otorgará licencias a los empleados, como parte de un acuerdo con el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (STIA). La compañía aseguró que todos los trabajadores recibirán su salario completo durante este período, incluyendo el bono de fin de año y otros beneficios, pero la incertidumbre sobre el futuro de la planta y la situación económica general sigue siendo alta.

Este cierre temporal en Mondelez es solo un reflejo de una tendencia más amplia que está afectando a diversas industrias en el país. La caída del consumo interno, sumada a la apertura de las importaciones, ha complicado la situación para numerosas empresas. La planta de Whirlpool en Pilar, por ejemplo, también cerró recientemente, dejando a 220 trabajadores sin empleo. Además, varios proveedores y empresas vinculadas a Whirlpool han comenzado a despedir personal, paralizando líneas de producción y cerrando operaciones debido a la pérdida de este cliente clave.

En otras ciudades industriales como Rosario, la crisis económica también se refleja en el creciente número de empresas que solicitan adherirse al artículo 223 bis de la ley de contrato de trabajo, lo que les permite suspender personal y reducir la jornada laboral con menores remuneraciones. Solo en los últimos dos meses, más de 36 empresas metalúrgicas solicitaron esta medida, afectando a alrededor de 4.000 trabajadores. La situación de las empresas de todo el país se agrava con la caída de las ventas, el aumento de los costos de insumos importados y la presión de la inflación, lo que pone en peligro el empleo en diversos sectores productivos.

Este escenario se suma a una creciente tensión en el mercado laboral y evidencia el desafío que enfrentan tanto las grandes empresas multinacionales como las pymes en Argentina. En este contexto, el futuro de miles de trabajadores sigue siendo incierto, mientras las empresas intentan adaptarse a una realidad económica cada vez más compleja.