Quizas uno de los mayores desafíos personales sea para mi hablar en primera persona. Narrar historias, permitirme sensaciones, hacerme parte de la necesidad del otro es en esencia la manera que elegí vivir, es mi pasión, es mi profesión. Ahora cuando la realidad no está al lado, sino que te traspasa, te rompe, te sacude y te interpela, la situación cambia. Pido disculpas a los lectores de IRÉ por el vacío de los tres días donde no tuve rumbo más que un desesperado intento de entender, de pedir justicia y seguridad. 

La foto fue de una película de terror: Mi casa ya no era tan mía, mi familia ya no era mi lugar de seguridad. Tres tipos fuertemente armados entraron un lunes a las nueve y media de la mañana: ataron, maltrataron física y psicologicamente a mi hermano, después a mi papá, y dispusieron de lo que quisieron. Estos tipos se llevaron más que plata y joyas, se llevaron mi tranquilidad, el resultado de años de trabajo, las historias de mi abuela que ya no está, nuestros espacios, nuestra intimidad. 

El llamado desesperado fue por la violencia, por la impunidad, por la vulnerabilidad en la que nos dejaron. No hay tesoro más grande que la familia, ni desazón mayor que conformarte porque “estamos todos bien”. Porque antes también lo estábamos, y creíamos en un lugar mejor, porque trabajabamos para ganarnos lo nuestro, porque había esfuerzo, ganas, voluntad. Porque Oliveros es nuestro lugar en el mundo, porque era tranquilo, porque no nos da lo mismo lo que le pasa al otro. Porque elegimos quedarnos, porque sentimos pertenencia y eso se mama en casa, más aún la construímos y la tratamos de proyectar a diario.

Agradezco enomemente el apoyo, la solidaridad y el cariño recibido. Nos da impulso, nos hace pensar en dar vuelta la página y volver a empezar. Seguro lo que pasó nos hará crecer, tomar medidas y volver con más fuerzas porque así somos, y sobre todo porque estamos los cuatro juntos. Y una vez más, la certezas está adentro de casa, en lo más sencillo y cotidiano, en el amor.

Gracias a la policía de la Comisaría 12º de Oliveros por su rápido accionar, preocupación y tomar las primeras medidas. Al fiscal Ledesma que las determinó y nos atendió rapidamente. A la policía de investigaciones y especialmente al jefe Gaudenzio por escuchar cada cuestionamiento, responderlo y llevar adelante el proceso actualmente. Al fiscal Lucente, quien tiene la responsabilidad de tomar las decisiones hoy. Al jefe comunal por acercarse a acompañarnos en un momento tan difícil, al senador Rasetto que estuvo a disposición y llamó reiteradas veces mostrando su interés, al Ministro de Seguridad Pullaro por su intervención y seguimiento. Al señor gobernador Lifschitz por aseguraros que “seguirá en persona lo sucedido”. A los funcionarios del poder político y judicial que se solidarizaron, consultaron y se pusieron a disposición. 

Con una mirada que dice mucho más que las palabras frente al gobernador mi mamá lo simplificó: “Necesitamos justicia, que se esclarezca lo sucedido y que se tomen medidas de seguridad concretas”.

Ojalá hubiese detectado menos errores para confiar en el sistema, para apaciguar el dolor de lo vivido. Ojalá me sorprendan. Ojalá sea la última vez que pase. Ojalá haya justicia. Ojalá vuelva a sentir la convicción de un mejor lugar posible, que es preciso reclamar para que la cosa cambie, y que no son solo cumplidos y mensajes politicamente correctos, que la disposición y los recursos para encontrar a los responsables son reales. Ojalá hubiera menos ojalás, y tuviese alguna certeza.