El retumbar de los tambores, las palmas coordinadas, las lágrimas en los ojos. Esta mañana, después de siete meses del brutal homicidio en Diaz de Lelio Chilliutti, su hermano volvió a visitar su casa. Tardó en animarse, y aún con su mayor esfuerzo, las emociones no le permitían hacerlo solo. Fue el pueblo, ese mismo que marcha desde hace más de 220 días el que lo abrazó y le hicieron saber que el pedido de justicia está intacto.

“Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”, describió Cortazar. Y, cada frase seguro quedará a medias para plasmar las sensaciones vividas. El caluroso enero, entre las sombras de los silenciosos árboles, dejó un mensaje claro. Un cimbronazo de realidad, un sacudón de emociones que apuntan a una construcción tan genuina como perdida: la empatía.

Diaz a través de “Los locos de las marchas” interpela desde el silencio, desde el retumbar de unos tambores o las palmas de un puñado de vecinos creyentes. No se trata de religión, son creyentes en los valores de una sociedad mejor, más justa y donde la impunidad no tiene lugar.

Pasaron días, semanas, meses y más allá del cansancio, las críticas y las dudas que les sembraron en el camino hubo un mismo horizonte que enarboló una premisa contundente. No van a negociar su paz.

El triunfo es la diversidad, la manera y la paciencia. Ponen en juego cada fibra de su ser al salir, al elegir la templanza de reclamar en sus calles, contando historias y recordando a ese abuelo bonachón que siempre les curaba sus dolencias, que usaba la palabra, que no molestaba a nadie. No era poderoso en dinero, pero sin dudas lo fue al sembrar en cada uno su carisma. Y es así como Lele los acompaña, los impulsa y los guía.

Diaz convirtió su desgracia en un ejemplo de lucha. Todavía reina la angustia de la injusticia, el sinsabor del paso del tiempo, la ironía constante que significan los lentos procesos administrativos, pero más allá de todo y aún con el corazón en la mano eligen el compromiso social y colectivo. Inclusive viviendo a pocas cuadras de los posibles asesinos eligen no callar, no claudicar, no rendirse.

Al grito de justicia, con la mirada aguada de emoción, hoy no fue un día más. Eligieron el camino más largo, drásticamente el más difícil, pero a la par es el que nos interpela. Con gran admiración, respeto y solidaridad a un pueblo que decidió dejar de ser manso y despertar. Gracias.