Cien años después de aquella primera edición que unió Santa Fe y Rosario por caminos de tierra y arena, la tradicional carrera ciclística Santa Fe–Rosario vuelve a latir este domingo con la fuerza de las grandes gestas deportivas. La clásica vuelve en el año de su centenario, recuperando una competencia que marcó a generaciones de ciclistas en todo el país.

La prueba nació el 11 de enero de 1925, organizada por el Ciclista Moto Club Santafesino. Aquella mañana, apenas 16 corredores se animaron a unir ambas ciudades en un trazado de 180 kilómetros que demandó siete horas de pedaleo. Pasaron por Timbúes, Oliveros, Maciel, Monje, Barrancas, Coronda y Santo Tomé hasta llegar a la Plaza 25 de Mayo, en lo que se convirtió rápidamente en un clásico del calendario nacional.

Con interrupciones en las décadas del ’50 y del ’60, y luego bajo la organización de la Sociedad Ciclista de Veteranos, la carrera se mantuvo hasta 1992. El último capítulo llegó en 2004: 90 ciclistas partieron desde Plaza Alberdi y Luis Ricardo Lorenz inscribió su nombre como campeón. Desde entonces, la Santa Fe–Rosario quedó suspendida… hasta hoy.

Este domingo 14 de diciembre, el regreso será especial por partida doble: Por la expectativa deportiva y porque la competencia vuelve exactamente en el año de su centenario. Serán cerca de 150 ciclistas y una treintena de equipos los que recorrerán 170 kilómetros, desde el Puente Colgante hasta el Parque Alem, pasando por Monje y San Lorenzo, que ya se preparan para recibir al pelotón.

El Gobierno provincial, la Asociación Rosarina de Ciclismo y la Federación Argentina trabajaron para recuperar no solo la competencia, sino también su espíritu original: una carrera de ruta que integra territorios, moviliza a las comunidades y evoca la mística de aquellas jornadas en las que los ciclistas se abrían paso entre polvo y viento.

En el año de su aniversario número 100, la Santa Fe–Rosario vuelve a unir ciudades, pueblos y memorias. Y vuelve a hacer lo que mejor sabe: Poner a la provincia a mirar hacia la ruta, esperando ese instante fugaz y vibrante en el que el pelotón aparece y todo se detiene por un segundo. La historia vuelve a pasar frente a nuestros ojos.